La liminalidad social en la visión de Pentti Linkola y Ted Kaczynski: un umbral hacia el colapso o la regeneración
La sociedad moderna se encuentra atrapada en un estado de transición permanente, un umbral incierto entre la crisis ecológica y un futuro que todavía no se define con claridad. Este estado intermedio puede analizarse desde la perspectiva de la liminalidad social, un concepto desarrollado por Arnold van Gennep y posteriormente ampliado por Victor Turner para describir momentos de cambio profundo en los que las normas establecidas se suspenden y emergen nuevas estructuras. Desde la mirada de Pentti Linkola y Ted Kaczynski, dos de los críticos más radicales de la modernidad, la humanidad se encuentra en una fase liminal extrema, entre la destrucción total y la posibilidad de una regeneración forzosa de la biosfera.
El colapso de la civilización industrial como estado liminal
Para Linkola, la sociedad moderna no solo es insostenible, sino que está destinada al colapso debido a la sobreexplotación de los recursos, la explosión demográfica y la incapacidad del ser humano de autocontrolar su crecimiento. De manera similar, Kaczynski veía la civilización industrial como un sistema artificial que oprime al individuo y destruye el equilibrio natural. En este sentido, la liminalidad social puede entenderse como el punto en el que la civilización industrial ya no es funcional, pero aún no ha desaparecido por completo. Es un período de incertidumbre en el que las normas, valores y estructuras que han regido la modernidad comienzan a desmoronarse, pero sin que haya surgido un nuevo orden.

Según esta visión, el colapso ecológico, lejos de ser un evento puntual, es un proceso de transición liminal que se despliega gradualmente. Las crisis climáticas, la pérdida de biodiversidad y la escasez de recursos son señales de que el viejo mundo se está descomponiendo. No obstante, Linkola no veía esta transición como una oportunidad para la renovación voluntaria, sino más bien como una consecuencia inevitable de la irresponsabilidad humana. Kaczynski, por su parte, consideraba que la única forma de superar este estado liminal era a través de la abolición de la sociedad industrial y el retorno a una forma de vida más primitiva y autosuficiente.
Liminalidad y decrecimiento: la necesidad de un ritual de paso
En términos antropológicos, la liminalidad es una fase intermedia en un ritual de paso, en la que se deja atrás una identidad anterior y se accede a una nueva. Linkola argumentaba que la única manera de evitar la aniquilación total del planeta sería mediante un proceso de decrecimiento drástico y forzado. En este sentido, el tránsito liminal de la sociedad moderna requeriría una transformación radical: abandonar la industrialización, reducir drásticamente la población y volver a modos de vida más simples y sostenibles.

Kaczynski compartía una visión similar en cuanto al rechazo a la sociedad industrial, pero su enfoque se centraba más en la alienación del individuo. Para él, la tecnología no solo estaba destruyendo el medio ambiente, sino que también estaba socavando la autonomía humana. En su propuesta, la única forma de atravesar el umbral liminal era desmantelar activamente el sistema tecnológico antes de que se volviera completamente incontrolable.
Sin embargo, a diferencia de muchos pensadores del decrecimiento que abogan por un cambio paulatino y democrático, tanto Linkola como Kaczynski defendían que este cambio no podría lograrse de manera voluntaria. Según ellos, la humanidad estaba demasiado atrapada en el confort del progreso tecnológico y la ilusión de crecimiento infinito como para renunciar a él sin una intervención drástica, ya sea por colapso ecológico, medidas coercitivas extremas o una revolución contra la tecnología.
El futuro post-liminal: ¿regeneración o extinción?
Si la liminalidad social es un umbral entre dos estados, la pregunta clave es: ¿qué hay al otro lado? Para Linkola, solo había dos opciones: un mundo regenerado a través de la drástica reducción de la actividad humana o la extinción de la civilización tal como la conocemos. Kaczynski coincidía en que la civilización industrial no podía perdurar, pero su énfasis estaba en la liberación del individuo del control tecnológico.
En el primer escenario, la humanidad sobreviviría en pequeños grupos autosuficientes, con economías de subsistencia y sin la estructura tecnocapitalista que ha conducido al desastre ecológico. En el segundo escenario, el planeta continuaría degradándose hasta que la propia biosfera colapsara, llevando consigo a la especie humana.
La idea de un mundo post-liminal sin civilización industrial es aterradora para muchos, pero para Linkola representaba la única posibilidad de salvación para el planeta. Mientras que la mayoría de la sociedad ve la tecnología y el progreso como soluciones, él los consideraba el origen del problema. Kaczynski, en cambio, veía el colapso de la tecnología no solo como una solución ecológica, sino como la única vía para recuperar la libertad humana.
Conclusión: una liminalidad sin salida fácil
La humanidad se encuentra en un umbral incierto, un estado de liminalidad social en el que el viejo mundo no puede sostenerse, pero el nuevo aún no ha emergido. La perspectiva de Linkola y Kaczynski nos obliga a mirar este tránsito con crudeza: no hay soluciones cómodas ni caminos intermedios. Según sus visiones, el futuro solo tiene dos desenlaces: aceptar la necesidad de un colapso controlado para salvar la biosfera o continuar por el mismo camino hasta la autodestrucción.
Mientras la mayoría de los discursos contemporáneos sobre la crisis ecológica siguen apostando por soluciones tecnológicas y sostenibles dentro del sistema actual, la visión radical de Linkola y Kaczynski sugiere que la única salida real de esta liminalidad es una ruptura total con el paradigma de la modernidad. En última instancia, el verdadero dilema no es si la sociedad saldrá de esta transición, sino cómo y a qué costo.